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De domingos ordinarios a historias que suceden antes del atardecer





Me gusta pensar que los domingos no son ordinarios, al contrario, tienen esa conexión entre los tiempos, entre el pasado, el presente y el futuro, como si todos de alguna manera tuviéramos una pausa para reflexionar, para reafirmar que el tiempo pasa con o sin ti. Y te decidas a decidir ver y vivir a tu manera.


Estar conectados con nosotros mismos, con nuestra esencia, nuestros hábitos, vocaciones, propósitos y sueños, no necesariamente pasa por estar conectados con todos. Esa búsqueda del equilibrio nos mantiene tan ocupados que solemos perder de vista que lo hemos conseguido, lo que hemos avanzado, a quienes tenemos a nuestro lado y cuantos domingos hemos pasado sintiéndonos tan afortunados.


Miro las ventanas de casas y edificios y me imagino esa sociedad amante de los domingos, que un día sin planearlo salen a la calle por un café y tienen un encuentro fortuito con el destino, como María cuando conoció a su marido hace 30 años al cruzarse sus mascotas en el parque y entablar una conversación, no sin antes haber conectado sus miradas e intercambiar esa media sonrisa que lo decía todo y a la vez que daba la sensación de no saber nada.


O como Paco que con su camisa a cuadros bien planchada, toma la mano a Carla, el amor de su vida, mientras caminan un par de metros desde su piso hasta el café de Loly. Para otros puede parecer algo rutinario, pero para ella ese pequeño gesto que repite desde hace 20 años significa una muestra genuina y especial de amor que le recuerda a sus primeras citas cuando lucía otros vestidos con el mismo peinado.


Dadas tantas historias que quiero contarles les doy la bienvenida a esta pequeña sociedad de los domingos y el atardecer.


Y tú, ¿Qué quieres recordar de este domingo?


Texto: Axia Carvallo

Foto: Desconocido

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